Opinión

“Veo un México con hambre y sed de justicia”… más justicia que hambre

23 DE MARZO DE 1994/LUTO NACIONAL PARA LA POSTERIDAD

Aquel 23 de marzo de 1994, trabajaba en Diario Visor, Comunicación Alternativa de Hidalgo. Con mi jefe, Javier Peralta Sánchez, y mi compañero José Augusto Ramírez Rodríguez, no lo podíamos creer: -“mataron a Colosio”, decían en las noticias. Talina Fernández, desempeñó sin quererlo, el gran papel de reportera, desde el hospital dio la noticia de su triste muerte.

Con los incipientes y escasos programas de diseño para imprimir periódicos y revistas -porque antes todo era galeras y linotipos, ¡qué Adobe In Design ni que nada!, no recuerdo si Page Marker o Corel Draw-, no sabíamos cómo colocar una cabeza monumental, usando solo dos palabras: “Murió Colosio”. Lo logramos. Así cabeceamos nuestra portada, con una tipografía como de 80 puntos (o más), a ocho columnas del formato semitabloide (no llegábamos ni a tabloide en el periódico del gran Marco Antonio González Pineda -epd-).

Esa portada, tan escandalosa como el evento que nos sigue marcando.

Colosio no se ha ido. Colosio nos marcó. Un magnicidio que rompió al país. De muertos solo se hablaba por los que dejaban en sus tropelías Arturo “El Negro” Durazo o Alfredo Ríos Galeana, el “enemigo público número uno de México”.

30 años han pasado de ese día y no nos hemos repuesto como país. Alguien mandó matar a Colosio, nadie se ha atrevido a señalarlo, imputarlo y encarcelarlo, -no fue Aburto solo, a él le tocó apretar el gatillo-, y enseñó a los demás que “El Negro” Durazo y Ríos Galeana son una caricatura de delincuentes, que aquí se puede escalar cuando no solo es para robar o cobrar afrentas, como solo así era antes. Ahora también te matan porque les estorbas o porque tu muerte les produce “dividendos” entre la opinión pública para cobrar por otro lado.

Todo eso generó aquel magnicidio en nuestro país, porque vieron que era posible hacerlo sin pagar por ello. Mucha gente ha muerto, se hablan por cientos de miles desde el sexenio de Felipe Calderón, que si a esas vamos, en estos últimos tres sexenios ya son casi medio millón (más que los números oficiales de la pandemia), y no todos son “malandros”, una gran parte son producto de lo que antes se conocía como “daños colaterales”, o en otros términos “gente inocente”.

Luis Donaldo Colosio fue inocente, como todos los que queremos luchar por un país mejor, por eso no debemos acostumbrarnos a vivir en esa cultura de la muerte, esa cultura perversa que han creado quienes les gustaría que brincáramos sobre cadáveres, como si nada pasara.

Los delincuentes deben ser perseguidos y encarcelados, están matando un país lindo, un país lleno de esperanza, de amor, un país de gente trabajadora (vean el metro todas las mañanas), un país de familias, nadie como nosotros para vivir en familia. Con uno que nos maten nos matan a todos.

Por eso, quien siga a López Obrador, así sea Claudia Sheinbaum, debe acabar con esa nefasta e indefendible política de “abrazos, no balazos”.

Aunque nos haya quitado el hambre, quizá eso sí le juegue chueco al “Peje”.

Crédito: Jorge Escamilla

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